Las mantas también son para el verano

¿Porqué las mantas también son para el verano?

En verano estamos constantemente en el exterior, y en sus largas noches no hay sensación más agradable que cubrirse con una manta de fibras naturales para poder seguir disfrutando de las noches refrescantes en barcos, terrazas, jardines, e incluso bosques.

Es por esto, que no debemos encasillar la manta en el invierno, la manta de verano existe y es la de alpaca y seda. Especialmente estas mantas de fibras naturales nos aportan esa sensación de confort y nos aíslan de la temperatura exterior. Por ello son perfectas para protegernos de la humedad de las noches frente al mar o la altitud de cualquiera de nuestras montañas.

La combinación de la alpaca con seda en el mismo ligamento nos aporta una fibra natural muy exclusiva por su origen animal, suavidad, ligereza y comodidad.

Las mantas que tejemos en ÁBBATTE son realizadas por uno de los métodos y técnicas más antiguos, aunque ha sufrido algún cambio a lo largo de la historia, el proceso de dichas piezas sigue siendo el mismo. Es un proceso largo y complicado en el que se exige mucha dedicación y técnica que llevan a cabo un equipo de tejedoras locales.

Para esta mantas de verano, primero elegimos la hilatura alpaca y seda, con ello preparamos los hilos y los disponemos paralelos en el telar, lo que llamamos la urdimbre. Sobre estos hilos se entrelazan otros hilos, la trama, que irán conformando la pieza en forma de manta.

De una misma urdimbre se obtienen resultados muy diferentes, según la trama con la que se combine. Al tejer siempre predominará el color de la trama por lo que saldrán piezas muy diferentes aunque compartan urdimbre.

Las últimas urdimbres que hemos montado en el taller de ÁBBATTE han sido en colores naturales y empolvados potenciando nuestra filosofía de marca, donde la calidad está viva en cada manta. Las piezas pueden presentar cierta irregularidad que revelan la mano de la tejedora, lo que hace de cada pieza una pieza única e irrepetible.

Texto: María Olmos Mochales
Fotos: Santiago de Sentmenat // Pablo Gómez-Ogando